martes, 28 de junio de 2011

La belleza de las cosas simples y el aprecio de lo insignificante.
El caminar sin rumbo fijo y las estúpidas conversaciones sin conclusión.
El movimiento de las olas del mar o el sonido de un reloj de cuerda.
El paso del tiempo con la mirada perdida en un horizonte desdibujado.
Mirar las viejas fotografías que impresas tienen un sitio permanente en los álbumes.
La búsqueda de soluciones a las más remotas preguntas existenciales.
Los largos ratos encima de un plato de comida que no es de tu agrado.
Las largas lecturas de intriga y pasión.
Que la música suene sin prestarle atención a la preciosa letra.
El cofre del tesoro con su respectivo mapa.
Los planes olvidados o aquellos que nunca se llevaron a cabo.
Las risas incontrolables y las buenas noticias que vuelan.
El esfuerzo que se ve recompensado aunque solo sea por una sonrisa.
Respirar hondo o que un bostezo se vaya pegando a todos los que estén a tu alrededor.
Echar, que lo primero que echa es la “h”, de menos a alguien especial.
Que la distancia solo aumente las ganas de verte.
Y que el amor, del odio, esté a más de un paso.
Todo esto, y tantas otras cosas que iréis recordando al leer, hacen de nuestras pequeñas e insignificantes vidas, unas vidas con sentido y sobre todo unas vidas por las que muchos darían la vida. Si, somos muy afortunados.

1 comentario:

  1. Me encanta. Es simple pero perfecto.
    Me gusta mucho como escribes, sigue así(:
    Mucho ánimo y un beso!
    Te sigo!

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