La paciencia como arte de aprender a soportar lo
insoportable, como virtud escasa, como prueba de fidelidad y aprecio. Habilidad que se adquiere con el tiempo,
fuente de equilibrio externo y pilar fuerte construido sobre piedras. Camino
que llega al respeto, la tolerancia y la estabilidad. Fuente que emana paz
interior. De aprendizaje continuo. Fugaz como las estrellas del firmamento.
Efímera como el humo de un plato caliente en pleno invierno. Acogedora y
comprensiva. La paciencia, como virtud escasa y totalmente necesaria.
'El carbón no cambia de color cuando se lava. Lo que no se puede curar ha de soportarse.' (LA CIUDAD DE LA ALEGRÍA, Dominique Lapierre.)
lunes, 21 de octubre de 2013
Las circunstancias tienen la capacidad de sobrepasar los límites de cualquier persona hasta llevarla a perder los nervios. Que se acumulen los problemas y las obligaciones, históricamente, se ha llamado “malas rachas”. Las “malas rachas” afectan a cualquiera, sea quien sea, de la condición que sea: les afecta a los ricos y a los pobres, a los trabajadores y a aquellos que se dejan los codos estudiando para un día poder trabajar, a familias enteras o a individuos solitarios que callejean intentando buscar algo de paz.
Si, amigos, todos intentamos buscar paz. No la paz como ausencia de guerra, que también, pero eso es una utopía que se aleja bastante de la realidad en la que vivimos. Buscamos paz interior, tranquilidad, relax. Buscamos la manera de que los problemas no sean capaces de sobrepasarnos; alternativas a la rutina, maneras de escabullirnos de la realidad.
El trabajo nos agobia, la rutina nos sumerge en un mundo monótono que nadie desea, el descontrol nos hace vulnerables, caer enfermo hace que retrasemos nuestras obligaciones y por lo tanto volvemos a agobiarnos. El agobio genera tensión y mal humor, el ambiente se carga, las relaciones se estropean y, por supuesto, llegan las peleas. La positividad es sustituida por el estrés y las cargas.
Y, entonces, llegas a un momento en el que desearías explotar, desaparecer, dejar de dar gritos inservibles a la nada. No sirve llorar, no sirve escabullirse…
Sirve escribir, relatar diariamente como me siento. Tener sensatez y agallas para seguir adelante, sonreír y responder siempre que estás bien, que la vida es maravillosa, que en todo momento nos regala algo bello que contemplar aunque no sepamos apreciarlo. Ver que, diariamente, una mariposa de colores vivos pasa por nuestra ventana y nos da los buenos días; alguien desconocido nos sonríe al cruzar alguna mirada.
Que por mucho que las “malas rachas” existan, también existen los sueños: aspectos concretos de nuestra vida a los que nunca les hemos de dar la espalda, metas que conseguiremos con esfuerzo y esfuerzos que nos traerán recompensas inesperadas.
Si, amigos, todos tenemos sueños y, en las “malas rachas”, deberíamos apostar por ellos.
Atentamente,
Alguien con el sueño de ser escritora.
miércoles, 3 de julio de 2013
DIARIO DE UNA SOÑADORA: VIII. Musicalmente hablando, los conciertos, mejor de su mano.
Siéndoos
sincera, el principio de esta historia mejor se la preguntáis a él, que fue el
que una aburrida mañana de domingo decidió agregarme al tuenti. Yo,
sinceramente, no se deciros porque razón acepté.
Es curioso
que todo esto empezase así, como un mero juego de niños pequeños. Yo tampoco lo
llego a comprender del todo bien. Si quiero ponerle una fecha de inicio a todo
este entresijo de casualidades me siento plenamente incapaz.
Pasábamos
horas hablando en la red, mientras cada uno continuaba con su vida por su lado.
¿Qué por qué hablábamos tanto? Carezco de contestación hacia esta pregunta; lo
único que se cierto es que cuadramos y surgió una bonita amistad que poco a
poco se fue consolidando. Y que, a día de hoy, ha hecho de David una persona imprescindible
en mi vida.
Recuerdo que
por primera vez nos vimos en el salón del manga de hace más de dos años, o
quizás no… Se me hace complicado ponerle fechas a algo tan extraño. Pero lo que
sí es totalmente verídico es que pasé, uno de los mejores conciertos de mi vida,
de su mano: Dándose lugar en Alcoy y celebrándose por sus fiestas de moros y
cristianos, tuvo lugar el Sound Jordi, concierto que por supuesto no teníamos
intención de perdernos, ni mis amigos, ni él. Fue una noche digna de contar,
pero eso extendería demasiado este fragmento. Lo que quedó firmemente atado fue
nuestro lazo.
Nos procesábamos
un cariño sin límites, que estaba por encima de la distancia que nos separaba.
Nos veíamos cuando podíamos, aunque fuese poco.
¿Ahora?
Ahora que vivimos tan cerca, cuento los días que me quedan para verle. Hacemos
mil planes juntos. Aun no hace un año que vivo en Valencia y ya nos hemos
recorrido unos cuantos conciertos (incluyendo una de las mejores experiencias
de mi vida: el Viña Rock 2013).
Quiero que
queden aquí reafirmados mis sentimientos; aunque es difícil escribir en un
diario lo que forma parte de tu presente, aquello que se pasa todo el día
ocupando tu mente; y de lo que estás segura que quieres para tu futuro.
Porque esta historia
empezó en conciertos. Pero, en general, mi vida, mejor de tu mano, mi vida.
miércoles, 5 de junio de 2013
Perdón.
El ser humano tiene el poder de utilizar la palabra “perdón”. Pero no servirá de nada si no la acompañas de unos actos que le otorguen valor. Un valor que servirá para enmendar el peor error que puedas imaginar. Ya que el hombre, por el mero hecho de serlo, erra sin saber lo que está haciendo. Bien sea tomando decisiones equivocadas o negándose a si mismo.
Pedir perdón es una de las hazañas más valientes que, cada cual, puede lograr. Enriquece tu vida y la llena de color, hace florecer la primavera, al dejar de lado el orgullo. Pues es este, el orgullo, el que impide el paso al perdón.
No quisiera dar a entender con esto que el orgullo sea inservible, ni mucho menos poco honrado. Hay veces que de él hay que echar mano para que no nos puedan pisar.
Pero hay otras veces, en las que sin darnos cuenta pisamos. Y es en ese mismo instante donde hemos de darnos cuenta de que el potencial del ser humano va mucho más allá del simple hecho de hacer daño.
Podemos arreglarlo, tenemos el poder de pedir perdón, utilicémoslo..
viernes, 17 de mayo de 2013
DIARIO DE UNA SOÑADORA: VII. Albalate De Las Nogueras
Cuando te
das cuenta de que lo único que de verdad tienes es lo de siempre y a los de
siempre. Cuando un pueblo hace de lazo imposible de romper, por muchos kilómetros
de distancia que nos separen, por muy esparcidos que estemos, por muy
diferentes que seamos, por mucho que maduremos a pasos dispares. Cuando te das
de bruces y ves que es lo único que de verdad tienes, es porque es el momento
de hablar de ello:
ALBALATE DE
LAS NOGUERAS es un pequeño pueblo situado en la provincia de Cuenca (a una
media hora de esta ciudad), en una pequeña elevación que lo convierte en un
pueblo a rebosar de cuestas y, todas y cada una de ellas, llegan a la plaza del
pueblo donde todos aprendimos a jugar y a pasar las tardes y las noches de
verano, donde vemos caer el judas y montar el escenario. Y, así, van pasando
los años.
Repleto de
encantos, aguarda cada año a que lleguen fechas concretas y se vuelva un pueblo
joven y lleno de vitalidad. Pero no solo lo aguarda el pueblo. Todos nosotros,
aunque hayamos echado raíces en otro lado, volvemos. Y si volvemos es por qué
algo hay allí que nos hace volver.
Comenzando
por el comienzo, Albalate es el pueblo donde nació mi abuela materna. Es a ella
a quien le debó el inmenso placer que me invade al pensar en los veranos ya
pasados y en los que están por venir, en todos aquellos fines de semana que pasábamos
al lado de la lumbre muertos de frio, y en todas esas Semanas Santas que me han
llevado. Todo ese esfuerzo para que no se perdiese el gran espíritu que alberga
el pueblo. Un espíritu de unión y acercamiento, de paz y tranquilidad, de
bienestar y desconexión, de fiesta y diversión.
Mis primeros
recuerdos de este ya quedan muy lejanos, pero siempre almacenados en esa parte,
que más que del cerebro, forma parte del corazón. Esa parte donde los recuerdos
nunca podrán ser arrebatados. Porque muchas veces sobrevivimos a base de
bonitos recuerdos. Y yo, la inmensa mayoría de recuerdos bonitos, los acumulo
estando en el pueblo, en mi pueblo, en Albalate de las Nogueras.
Es en este
pueblo donde he forjado amistades preciosas que están por encima de muchos
contratiempos que puedan darse a lo largo de los años. Es allí donde, cada
verano, espero ver esas caras conocidas que tanto echo de menos. Donde no se
pierde la confianza por haber estado meses sin contacto. Donde somos “todos
para uno y uno para todos” (Los Tres Mosqueteros).
Volviendo al
tema de los recuerdos; Albalate alberga ese tipo de recuerdos que te hacen
sentir bien, que me ayudan a no decaer del todo cuando el mundo se me desploma.
Como aquel cumpleaños sorpresa que me prepararon, las perdidas tardes de
verano, las fiestas, mis quintos… Si voy momento por momento esta parte de mi
vida puede no acabar nunca; así que, si en algún momento creo conveniente
contar algún episodio detallado, lo haré.
Por todo
eso, Albalate y su gente tienen un lugar privilegiado en mi corazón. Porque hay
muchos lugares, pero solo uno en el que te sientes como en casa. Porque a
muchos sitios se les coge aprecio, pero solo uno se añora.
Como yo
quiero, aprecio y añoro Albalate; como sé que ellos: lo quieren, lo aprecian,
lo añoran. Como yo los echo de menos, como yo le doy relevancia; tal como ellos
lo hacen. Tal y como yo lo he plasmado.
Por y para
siempre.
miércoles, 24 de abril de 2013
DIARIO DE UNA SOÑADORA: VI.Un nuevo capítulo rápido.
Personas que
encuentras sin saber porque. Esa persona que crees que nunca influirá en tu
vida, es niño que ignoras en principio. Una persona maravillosa.
Todavía no
se contaros demasiado sobre él, pero lo que sí puedo decir es que es
maravilloso.
Un muchacho
digno de admirar: de ideales claros e ideas sinceras y concretas.
Lo conocí ‘en
un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme’, gracias a una amiga
que también admiro.
Gracias a lo
que sea, coincidimos en un concierto. Gracias también a lo que sea, continuamos
en contacto. Gracias a eso, ahora, puedo contar con él. Gracias a eso, ahora,
mi vida está más completa.
Es
verdaderamente perfecto cuando recuerdo nuestras conversaciones, con el aire de
cara, en la playa. Las tardes de coche y risas, la caminata de la que guardaré
siempre un precioso recuerdo. Pero sobre todo, aquel día lluvioso. Aquella
tarde de perros sobre la que se cernió una nuche oscura y cerrada, que
compartimos al cubierto, cenando tranquilos.
Esta es la
magia de conocer gente nueva.
Este es
Sergio; y yo soy Sara.
Nunca nadie
me había aceptado con tanta facilidad, me había entendido con tanta naturalidad
y había estado a mi lado, sin, siquiera, esperar nada a cambio.
Si te dedico
un capítulo de mi vida es porque lo mereces y porque espero escribir muchos
más.
Gracias
Sergio.
sábado, 13 de abril de 2013
DIARIO DE UNA SOÑADORA: V. Mi ángel de la guarda por excelencia.
Gracias al
colegio, del que ya he hablado, conocí a una repetidora de dudosa reputación
que la tutora decidió sentar a mi lado para ver si conmigo conseguía centrarse
en las clases. Era mi primero de Eso, y ¿por qué conmigo? Pues supongo que
porque era callada, vergonzosa, respetuosa y estudiosa. Cualidades y defectos
de los que ella carecía.
No tardó
mucho en tener que dejarse el colegio por una enfermedad extremadamente dura y
contundente: un cáncer.
No venía de buena familia y que yo empezase a
hablar con ella no fue del agrado de la mía. Realmente este aspecto me dio
igual: inventé mil excusas para no fallar ninguna vez que ella me necesitase
para lo que fuera, y aquí fue donde empezó una amistad que llegó a traspasar
límites de tiempo, espacio, edad y gustos; la mejor amiga que podía desear.
Podíamos
hablar de todos. La admiraba de una forma sobre natural: era preciosa y muy
fuerte. Fue preciosa hasta las últimas consecuencias, hasta sus últimos
momentos de enfermedad.
Vivía por y
para que ella estuviese lo mejor posible. Y pronto pasé de ser la que le
llevaba los deberes y la ayudaba a no perder clase, a una amiga con la que hablar
largas tardes de invierno o con la que pasear en verano.
Las cosas se
fueron complicando con el avance imparable de su enfermedad. Y con ello, fuimos
uniéndonos más y más. Por las navidades de mi segundo de ESO, decidí tener un
detalle con ella: le regalé un colgante que desgraciadamente ahora llevo yo.
Recuerdo su cara de sorpresa, las pocas palabras que dijo y el abrazo que me
dio, sobre todo recuerdo el abrazo. Fueron unas navidades geniales en su
habitación al cubierto del frio.
Me encantaba
cuando la llevaba a verme entrenar los viernes por la tarde. Ese esfuerzo valía
la pena, por ella todo valía la pena. Todo esfuerzo era poco.
Con ella
aprendí a ser fuerte, a controlar mi carácter, a valorar y a luchar por tal
regalo como es la vida y a amar de verdad, querer sin importar nada y a
aceptar.
Nunca
olvidaré todos y cada uno de los momentos que pasamos juntas, ni las largas
esperas para que sonase el teléfono con buenas noticias después de largas
operaciones, las tardes de pipas en un banco, las charlas sobre chicos en los
que acababa sacándome los colores.
Los mensajes
de ánimo que recibía antes de cada examen y aquellos que le enviaba yo, se lo
merecía todo.
Llegó a ser
ella el pilar que sostenía su casa y mi vida.
Lo tenía
todo, todo era perfecto en mi vida; tenía a mi mejor amigo, a mi mejor amiga,
había conocido a gente diferente y chico. Pero llegó se fatídico verano que le dio
la vuelta a mi vida, fue el verano de tercero de ESO:como venía siendo normal, me
saqué todas las asignaturas a la primera con buena nota, Bea teóricamente mejoraba
y en cosa de un mes iba a irme de vacaciones a mi pueblo. Pues bien, acabé las
clases sin tener chico, al mes de esto, mi mejor amigo dejó de hablarme y Bea
empeoró, aunque me hizo creer que todo iba bien.
Justo el día
que volví de vacaciones, sonó el teléfono de mi casa: era Sandra, lo recuerdo
perfectamente, fue ella la que me dio la noticia, no daba crédito, no podía
estar pasando.
El dolor traspasó
mis entrañas, rasgándome por dentro y dejándome sangrando. Nunca pensé que
alguien podía dejarme así.
Mi mundo se
había desplomado, había caído al suelo de golpe.
No hubo
consuelo existente, hablo enserio.
Recuerdo el
dolor como si fuese un puñal que se metía poco a poco en mi corazón y me rompía,
lo partía en dos. Vi llorar a tanta gente por ella, vi cómo se nos rompía el
mundo a más de uno, vi el dolor en los ojos de una madre al perder a su hija.
Lo vi y no volví a ser la misma.
Desde
entonces, la recuerdo día a día.
Desde aquel
21 de agosto vivo esperando volverla a ver en algún momento, esperando que
vuelva tal princesa como era ella.
Mi vida,
después de 3 años 6 meses y unos cuantos días: Beatriz, te quiero.
Gracias por
hacer de mi la mujer que ahora soy, gracias por ser la inspiración de mis
escritos, gracias por el poco tiempo que nos conocimos, gracias por enseñarme
el verdadero significado de la amistad, gracias por demostrarme cómo se lucha
por vivir y ser feliz. Gracias Bea, gracias.
lunes, 11 de marzo de 2013
DIARIO DE UNA SOÑADORA: IV. Casualidades del inglés y nosotros tres.
Otro de los aspectos que marco toda mi vida hasta que me vine
a estudiar a Valencia fue la academia de inglés donde mi abuelo se encabezonó
en apuntarme. Empecé a ir, si no recuerdo mal, con 5 años. Siempre a la sombra
del listo de mi primo, del que más adelante hablaré.
Llevando ya 7 años en la misma academia y, habiendo pasado ya
por miles de grupos distintos, fui a parar a un grupo un tanto peculiar. Eran
mayores que yo, uno, dos o incluso tres años mayores; aspecto que me imponía
respeto. Poco tardamos en cuadrar como clase. Pero no voy a centrarme en la clase
en general, de hecho había dos personas en dicha clase que captaron mi atención
al poco tiempo de estar allí.
Eran peculiarmente diferentes al resto y, curiosa de mí, sin
saber qué hacía, me acerque a ellos hasta tal punto que ahora con 18 años
todavía somos amigos.
Empiezo por el espécimen más raro de la clase; amigo con el
que después de muchas trifulcas, enfados y cabreos, continuo contando. Persona
con la cual he ido madurando poco a poco y descubriendo que yo también era
diferente al resto.
Luego estaba ese muchacho tímido de los pelos largos y
monopatín. Torpe, amable y simpático. Con el que forjé una relación que aun
ahora, en la distancia, se mantiene.
Cada cual aportó a mi existencia ese granito de azúcar moreno
que lo distingue del azúcar normal. Ese punto de color que no todo el mundo
sabe apreciar en el negro.
Piru y Kevin, fue un placer coincidir en aquella academia.
Piru descubrió una de las partes de mi vida, que más
escondida llevaba, una tarde noche al salir de la academia, cuando en mis
cascos sonaba Nirvana y, sin querer, empecé a cantar. Sí, evidentemente,
coincidimos en gustos musicales. ¿Él? Un bala perdida; ¿yo? Una niña buena y
aplicada, una muchacha que no quería llamar la atención.
A Kevin me acerqué yo, era tan tímido y reservado que
conseguía llamar mi atención en todo momento. Pero sin duda alguna, si he de
resaltar algún momento que nos uniese más, fue aquel día que nos tocó decorar
la clase de inglés con adornos navideños que acabaron en nuestro pelo. Fueron
unas risas increíbles; pensaba que nunca había reído tanto en mi vida. Fue increíble,
como él: una persona increíble.
Luego, gracias a Dios o al destino o a la divina providencia;
por estas casualidades que nos trae la vida, acabamos en el mismo grupo de
amigos. Acabamos siendo casi inseparables. Bueno casi no, inseparables.
Dadas otras circunstancias, que no vienen al caso, Kevin se fue
a vivir lejos y, sinceramente, continuo echándole de menos. Recuerdo nuestras
cartas, las ganas de vernos, los planes de futuro, la camiseta de Dragon Force
y su sonrisa, sobre todo, recuerdo su sonrisa: impecable, perfecta y sincera.
Y luego, gracias otra vez a lo quien quiera que teja los
hilos de nuestra historia: Piru y yo continuamos juntos en esto de sobrevivir y
madurar, tarea complicada y en la que, a menudo, no nos ponemos de acuerdo. Pero
si algo me ha enseñado él, es que nuestra amistad es como un Fénix. Y para
quien lo entienda no hacen falta más explicaciones.
Sinceramente, nuestras historia de tres, fue toda pura
coincidencia. Se lo debo al destino; les debo el haberles conocido.
DIARIO DE UNA SOÑADORA: III. Que mi vida gire en torno a la música es culpa suya.
Si me tuviera que definir de alguna manera alguien que no me
conoce, dadas las circunstancias en las que nos ha tocado vivir, me llamaría “perro-flauta”
(nunca se me ha dado bien tocar la flauta y, a cerca de lo del perro, siempre
he tenido a mi madre para recordarme que hasta que no tenga casa propia no
volveré a tener perro).
Si os preguntáis por qué me definirían así, sin duda, es por
mis pintas: me encanta las camisetas anchas y rotas de grupos que la mayoría
desconoce. Sí, me gusta el rock y el heavy. Y a partir de esta afirmación cada
cual que me defina como quiera.
He tenido contacto desde muy pequeña con esta música gracias
a mi primo Raúl. Es a él al que le debo el privilegio de sentirme un tanto
diferente.
Siempre nos hemos visto poco, pero mejor poco que nada, y a
mí me encantaba. Nos veíamos en verano, en Albalate; la diferencia de edad era
abismal, pero, aun así, me encantaba irme con él a donde quisiera llevarme.
Ahora vamos mano a mano, y me encantaría que supiese cuanto lo admiro y que lo
quiero tanto como se puede querer a un hermano, aunque viva lejos y sea primo
tercero.
Mi primer recuerdo (el cual mi madre se encarga de recordar)
fueron lágrimas: admito que de bien pequeña me dio miedo verle con esas melenas,
con esas pintas que ahora yo llevo igual. Después de esto, he vivido con ganas
de volverlo a ver durante todo un año hasta que llegaba el verano: hacíamos guerras
de cojines, me llevaba al rio y a la piscina; ahora nos pasamos tardes enteras
hablando de conciertos vistos y aquellos que queremos ver, ídolos de los
escenarios, música y, sobre todo, de nuestras cosas.
Sé que puedo confiarle mi vida y no me traicionaría.
DIARIO DE UNA SOÑADORA: II. Uno de mis tres ángeles de la guarda.
Mi colegio
se llamaba San Francisco de Asís. Ya solo por el nombre se vislumbra que es un
colegio religioso, y así es. Las clases no eran muy numerosas y recuerdo
perfectamente todos y cada uno de los tutores y profesores que fui teniendo.
Pero, sobre todo, gracias al colegio conocí a dos personas que cambiarían mi
vida totalmente, aspecto que yo desconocía en ese momento.
Empezaré
hablando del hermano mayor que nunca tuve, el mejor amigo que una niña pequeña
pueda desear, el faro que te guía en los momentos más oscuros, cuando más
perdida vas. Mi mejor amigo durante mucho tiempo: Abel.
Lo conocí a
final de mi primero de ESO en una acampada que organizada por los profesores y
los alumnos de cuarto de ESO, dentro de los que se encontraba Abel. Recuerdo perfectamente
el susto que nos dio a todos al salir de una “tumba” escavada en el suelo, en
plena sierra y bien entrada la noche. Recuerdo también cuando se acercó a
nuestra tienda y nos estuvo dando la noche sin parar de hablar.
Sentí
muchísima pena al pensar que no iba a volver a verle, ya que él dejaba el
colegio y yo era una niña pequeña y vergonzosa.
Pero nunca
pasó, nunca dejamos de hablar y de ahí surgió una de las amistades más bonitas que
jamás serán contadas.
Pasaba gran
parte de los viernes en su casa merendando junto con él y su madre en un acogedor
comedor de su piso. Su madre pasó a ser una segunda madre para mí y él, eso, el
hermano mayor que nunca tuve y del que me sentía, me siento y me sentiré
totalmente orgullosa.
¿Cómo lo
veía? Un chico alto, guapo, mayor, responsable, maduro, atento, comprensivo,
enfadica, algo rebelde y con muchísima paciencia, sobre todo conmigo. Me
encantaba pasar tiempo con él. Me sentía cómoda y arropada, comprendida (aunque
ni siquiera yo sabía entenderme) y querida; querida como la que más.
Admito que
fue el pilar esencial de mi vida durante largo y tendido tiempo. Un tiempo en
el que crecí como persona. Un tiempo que como todo momento tuvo su final.
Aunque, más bien, yo lo llamaría “punto y aparte”.
Lo llamaría “punto
y aparte” porque nunca llegué a aprender a vivir sin él. Me gustaba como me
reñía cuando me comía las uñas (cosa que todavía sigue haciendo), sus consejos
o cuando lo único que necesitaba era un abrazo y él me lo daba.
Pasó
bastante tiempo hasta que volvió a reaparecer en mi vida. Un tiempo duro, en el
que sentí caer mi mundo, desplomarse sin que yo pudiese hacer nada por pararlo;
giraba demasiado rápido, se sucedían cambios tan drásticos, duros e irremediables
que me sentí perdida. Cambios que costaron de aceptar y algunos de ellos
todavía duelen.
Lo bonito es
que volvió. Volvió a dar guerra y amor. Y se volvió a ir, esta vez por mi culpa,
pero no me arrepiento. ¿Qué por qué no me arrepiento? Porque ha vuelto y ahora
sé que no quiero que se vuelva a ir nunca. Porque ahora es diferente pero lo
necesito igual y lo quiero como siempre o incluso más.
DIARIO DE UNA SOÑADORA: I. Introducción al caos.
Nací, como
ya viene siendo común desde hace muchas generaciones, en el hospital más cercano
a mi casa, un 10 de Agosto de 1994. La pobre de mi madre debió pasar lo suyo
para tenerme, y esto es lo primero que tengo que agradecer. Mi infancia
transcurrió tranquila y agradable en una casita de campo a las afueras de un
pueblo no muy grande de la provincia de Alicante. Teníamos un perro, un pastor
alemán precioso que se llamaba Nico, y una oca: Henrry (en algún otro momento
me entretendré hablando de este aspecto tan peculiar de mi infancia).
Viví 7 años
de mi vida siendo hija única, nieta única y sobrina única por ambos lados de la
familia. Tuve la suerte de conocer y disfrutar de mis 4 abuelos. Y gracias a mi
abuela materna tengo la suerte de haber conocido Albalate de las Nogueras
(lugar del cual más adelante hablaré).
Como venía
diciendo, estuve 7 años de mi vida siendo la única niña de la familia, hasta
que mi hermana mediana vino al mundo en pleno Enero. Recuerdo tener muchas
ganas de tener una hermanita y me pasaba las tardes contándole a mi abuela las
razones por las que la quería, aunque ahora no recuerde ninguna de ellas.
Bien,
después de este nacimiento se sucedieron una serie de nacimientos bastantes
seguidos por parte materna: ahora mismo cuento con 2 hermanas más pequeñas, a
las que quiero con locura, y 4 primos hermanos; a parte de mi primo hermano por
parte paterna. Todos un encanto de renacuajos, listo, respetuosos y agradables;
¡y muy guapos!
Dado que
hasta los 7 años no tuve a nadie con quien jugar, me pasaba el día dándoles la
lata a mis abuelos, a mis padres o a quien me tuviese a su cargo: No dormía la
siesta (aunque lo intentaban con todo su empeño), comía muy mal y les daba
muchísima guerra para todas y cada una de las comidas del día. Me encantaba que
jugasen conmigo, sobre todo me gustaba jugar con mi tía a inventar historias, y
que me hiciesen caso. Sin embargo, cuando empezaron a llegar los peques, nunca
sentí celos hacia ellos; realmente son la alegría de la casa.
Mi formación
escolar empezó a los tres años, es decir, nunca fui a la guardería. Pasé la
mayor parte de mi vida en ese colegio; exactamente 14 años. Supongo que es por
esto por lo que guardo mis mejores y mis peores momentos allí dentro. Conocí a
profesores de todo tipo (todos ellos unas grandísimas personas con una
paciencia inagotable) y pasaron por mi vida todo tipo de compañeros, unos con
los que me llevé mejor y otros peor; lo que viene siendo algo normal. A los 16
años, después de un viaje inolvidable a Italia, dejé el colegio para empezar el
Bachillerato en otro instituto. Sinceramente, me gustaba estudiar y era buena,
buena en lo que me gustaba, claro está. Nunca se me dieron bien los números, así
que el primer examen que suspendí fue de matemáticas y recuerdo perfectamente
como lloré al llegar a casa. Aun así, el último curso en el colegio cursé
matemáticas difíciles y las aprobé con buena nota; fue todo un claro ejemplo de
superación.
Empecé el
instituto y con él empecé a dejar atrás una adolescencia algo turbulenta que acabaría
por conformar una personalidad fuerte y algo introvertida; la que viene siendo
mi personalidad.
Después de
dos años de Bachillerato: soy estudiante de Filología Inglesa en la Universidad
de Valencia desde hace 6 meses; vivó en un piso de estudiantes con otras tres
maravillosas compañeras mayores que yo. En estos últimos meses, he conocido
gente increíble que ha enriquecido mi existencia, he creado vínculos tan
fuertes como los nudos de un marino y he perdido a aquellos que debía perder.
Hay pocas cosas
de las que me arrepienta y aquellas de las que me arrepiento serán dichas en su
debido momento. Soy de las que cree que cada cosa tiene su lugar, su momento y
la compañía adecuada.
lunes, 4 de marzo de 2013
Per la teva llibertat.
Som el record
oblidat d’aquells que ja no tenen veu per a defendre’s de les paraules que es llancen per a ferir. Som la continuació d’una lluita que des d’abans dels
nostres avis ja es duia endavant. Estic parlant-vos d’una lluita totalment abstracta:
la lluita per la llibertat.
La llibertat que
ens arravaten diàriament gent
conscient de que és millor un poble sotmès
que un lliure i amb pensament propi.
L’esclavitud dels vicis, de
la pobresa que és una roda,
una serp que es menja la cua.
Unes ideologies
amb un camí ben marcat i definit del que no pugem eixir. Hem de ser el crit d’aquells,
que cansats ja pels anys, han perdut la veu i la gana, l’ànim i l’alegria.
Som joves, som conscients i hem de ser lliures,
anem on anem.
lunes, 18 de febrero de 2013
Me enamoré del viento.
Me enamoré del viento. Lo hice porque siempre quise ser
libre. Siempre quise volar alto y, todo aquel que podía, me amarraba fuerte al
suelo.
Sus caricias eran diferentes a las de cualquiera; podían
llegar a todo el mundo, a todo aquel que quisiese dejarse enamorar.
Murmullaba en las oscuras noches de hojas caídas y en los
cálidos días de sol.
Murmuraba palabras bonitas. Creaba poesía. Me gustaba
escuchar su voz. Helaba mi sangre con cada estrofa de su humilde canción y
mecía mis solitarios atardeceres con cariño, aprecio y amor.
martes, 15 de enero de 2013
Felicidades Fran.
Ese momento en el que una bellísima persona entra en tu vida
para darle color; ese momento, no se olvida. Una persona con la que cuentas
para todo, aunque parece no estar nunca. Aquella persona a la que puedes buscar,
y, aun estando lejos, encontrar. Un amigo.
Ese momento en el que pasa a formar parte de tu vida lo
recordarás siempre. Pero, aun así, todavía recordarás, con más ahínco, conforme
vayas haciéndote mayor, ese amigo al que viste crecer y que hoy es un año mayor.
Un año más en el que forma parte de tu vida. Otro año para almacenar en la
cajita de recuerdos que todos tenemos. Otros mil momentos.
Ese amigo al que le debo la gran alegría de conocer a otra
gran persona, que en tan poco tiempo, ha pasado a ser alguien especial a quien
echar de menos cuando no está y de la que disfrutar cuando se puede.
Esa gran pareja de amigos. Mis amigos Fran y Laura, de los
que hoy me siento especialmente orgullosa.
Personas a las que quiero tanto o más de lo que ellos me
quieren a mí.
Quiero agradeceros: el apoyo, la sinceridad, el cariño, nuestras
confidencias, los momentos que guardar, la sencillez de una tarde de verano,
las risas, los buenos ratos, el aburrimiento, las fotos y algo muy importante:
su amistad.
Felicidades Fran y por muchos, muchos más en los que te vea
crecer junto a ella, ya no solo en altura, sino como ese amigo que no cambiaría
por nada del mundo, esa bellísima persona que eres.
Por muchos años más de amistad.
Atentamente,
Sara.
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