Cuando te
das cuenta de que lo único que de verdad tienes es lo de siempre y a los de
siempre. Cuando un pueblo hace de lazo imposible de romper, por muchos kilómetros
de distancia que nos separen, por muy esparcidos que estemos, por muy
diferentes que seamos, por mucho que maduremos a pasos dispares. Cuando te das
de bruces y ves que es lo único que de verdad tienes, es porque es el momento
de hablar de ello:
ALBALATE DE
LAS NOGUERAS es un pequeño pueblo situado en la provincia de Cuenca (a una
media hora de esta ciudad), en una pequeña elevación que lo convierte en un
pueblo a rebosar de cuestas y, todas y cada una de ellas, llegan a la plaza del
pueblo donde todos aprendimos a jugar y a pasar las tardes y las noches de
verano, donde vemos caer el judas y montar el escenario. Y, así, van pasando
los años.
Repleto de
encantos, aguarda cada año a que lleguen fechas concretas y se vuelva un pueblo
joven y lleno de vitalidad. Pero no solo lo aguarda el pueblo. Todos nosotros,
aunque hayamos echado raíces en otro lado, volvemos. Y si volvemos es por qué
algo hay allí que nos hace volver.
Comenzando
por el comienzo, Albalate es el pueblo donde nació mi abuela materna. Es a ella
a quien le debó el inmenso placer que me invade al pensar en los veranos ya
pasados y en los que están por venir, en todos aquellos fines de semana que pasábamos
al lado de la lumbre muertos de frio, y en todas esas Semanas Santas que me han
llevado. Todo ese esfuerzo para que no se perdiese el gran espíritu que alberga
el pueblo. Un espíritu de unión y acercamiento, de paz y tranquilidad, de
bienestar y desconexión, de fiesta y diversión.
Mis primeros
recuerdos de este ya quedan muy lejanos, pero siempre almacenados en esa parte,
que más que del cerebro, forma parte del corazón. Esa parte donde los recuerdos
nunca podrán ser arrebatados. Porque muchas veces sobrevivimos a base de
bonitos recuerdos. Y yo, la inmensa mayoría de recuerdos bonitos, los acumulo
estando en el pueblo, en mi pueblo, en Albalate de las Nogueras.
Es en este
pueblo donde he forjado amistades preciosas que están por encima de muchos
contratiempos que puedan darse a lo largo de los años. Es allí donde, cada
verano, espero ver esas caras conocidas que tanto echo de menos. Donde no se
pierde la confianza por haber estado meses sin contacto. Donde somos “todos
para uno y uno para todos” (Los Tres Mosqueteros).
Volviendo al
tema de los recuerdos; Albalate alberga ese tipo de recuerdos que te hacen
sentir bien, que me ayudan a no decaer del todo cuando el mundo se me desploma.
Como aquel cumpleaños sorpresa que me prepararon, las perdidas tardes de
verano, las fiestas, mis quintos… Si voy momento por momento esta parte de mi
vida puede no acabar nunca; así que, si en algún momento creo conveniente
contar algún episodio detallado, lo haré.
Por todo
eso, Albalate y su gente tienen un lugar privilegiado en mi corazón. Porque hay
muchos lugares, pero solo uno en el que te sientes como en casa. Porque a
muchos sitios se les coge aprecio, pero solo uno se añora.
Como yo
quiero, aprecio y añoro Albalate; como sé que ellos: lo quieren, lo aprecian,
lo añoran. Como yo los echo de menos, como yo le doy relevancia; tal como ellos
lo hacen. Tal y como yo lo he plasmado.
Por y para
siempre.