viernes, 27 de julio de 2012

Dejarse llevar por la música.

Me dejé llevar por la música que no dejaba de sonar. Centenares de cuerpos se movían al son de un grupo que había hecho historia. Litros de cerveza pasaban de mano en mano a mi alrededor. Rodeada de caras conocidas que, en ese momento, se me antojaban extrañas. Una canción tras otra, todo el mundo las cantaba sin ningún error y estoy segura de que nunca las habían estudiado. Sí, yo también era parte de todo ese gentío incansable que vitoreaba a los artistas que estaban en el escenario. Tan solo con estirar el dedo meñique rozaba el brazo de alguno de mis acompañantes; o tal vez ni siquiera hiciese falta eso, juraría que no cabía ni una aguja allí dentro.
Pero yo me dejé llevar, desconecte el cerebro mientras daba un trago para seguir cantando a pleno pulmón. Dejé de sentir mis piernas que no paraban de saltar, para tocar su mano cogiendo la mía y levantando el brazo. Parecía no tener final, puesto que ninguno de los presentes lo quería.
Se me antojaba una noche maravillosa, larga y maravillosa. Así que desconecté por completo y me dejé llevar por la buena música. Como si fuese un sueño. Me dejé llevar.

martes, 24 de julio de 2012

Que seas feliz


“Que seas feliz.” Fueron las últimas palabras que atiné a decirle en aquel portal. Rodeados por una densa lluvia que prendía empaparnos con sus gotas. Era verdad, solo quería que fuese feliz. Que la felicidad lo empapase como aquella tormenta de verano empapaba las calles.
Creí firmemente que era lo mejor que podía desearle. Aunque fuese sin mí, aunque yo supiera que en el tercer piso a la derecha me esperaba la larga noche, que ya hacía rato que se había cernido sobre nosotros, y la soledad de mi cuarto desordenado.
Sí, esa fue la mejor forma de decirle adiós. Aunque todavía desease tenerlo entre mis brazos.

lunes, 23 de julio de 2012

A aquel ángel de la guarda que voló:


Madurar fue aprender de todo lo que me dijiste y dejar de esperar que vineras a rescatarme. Fue soplar a una realidad de papel que habías pintado para que fuese feliz y construir mi mundo con cartón, para continuar aprendiendo por mi cuenta, a sabiendas de que ese mundo de cartón volvería a caer.
Pase por momentos de desconcierto. Llegué a odiarte tanto como te había querido. Negué haber llorado por haberte perdido, aunque la evidencia era una losa aplastante de la que era estúpido intentar escapar.
Aún así, llegué a comprender y con esto a aceptar que en algún momento debías irte y dejarme a mi suerte. Pues es a ti a quien le debo más de la mitad de mi personalidad, la paciencia, la tranquilidad y el razonar.
Fuiste la mano que cogió el timón conmigo y, así, naufragó. Fuiste el abrazo que no deseas que termine, que te sume en la seguridad de que nunca puede acabar y aporta felicidad. Fuiste el que letra a letra conocía toda la historia sin estar escrita.
Perdóname, pues a veces he perdido el norte.
Ahora, sé que soy yo quien ha dado los pasos, tú quien me acompañaba dos pasos delante por si caía.
En plenas facultades, con la conciencia tranquila y la marea baja he de decirte que no quise perderte. Que perdonarte a sellado las heridas y me ha aportado la tranquilidad que necesitaba para ir hacia adelante.
Atentamente:
Una persona agradecida y totalmente sincera.