miércoles, 24 de abril de 2013

DIARIO DE UNA SOÑADORA: VI.Un nuevo capítulo rápido.


Personas que encuentras sin saber porque. Esa persona que crees que nunca influirá en tu vida, es niño que ignoras en principio. Una persona maravillosa.
Todavía no se contaros demasiado sobre él, pero lo que sí puedo decir es que es maravilloso.
Un muchacho digno de admirar: de ideales claros e ideas sinceras y concretas.
Lo conocí ‘en un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme’, gracias a una amiga que también admiro.
Gracias a lo que sea, coincidimos en un concierto. Gracias también a lo que sea, continuamos en contacto. Gracias a eso, ahora, puedo contar con él. Gracias a eso, ahora, mi vida está más completa.
Es verdaderamente perfecto cuando recuerdo nuestras conversaciones, con el aire de cara, en la playa. Las tardes de coche y risas, la caminata de la que guardaré siempre un precioso recuerdo. Pero sobre todo, aquel día lluvioso. Aquella tarde de perros sobre la que se cernió una nuche oscura y cerrada, que compartimos al cubierto, cenando tranquilos.
Esta es la magia de conocer gente nueva.
Este es Sergio; y yo soy Sara.
Nunca nadie me había aceptado con tanta facilidad, me había entendido con tanta naturalidad y había estado a mi lado, sin, siquiera, esperar nada a cambio.
Si te dedico un capítulo de mi vida es porque lo mereces y porque espero escribir muchos más.
Gracias Sergio.

sábado, 13 de abril de 2013

DIARIO DE UNA SOÑADORA: V. Mi ángel de la guarda por excelencia.


Gracias al colegio, del que ya he hablado, conocí a una repetidora de dudosa reputación que la tutora decidió sentar a mi lado para ver si conmigo conseguía centrarse en las clases. Era mi primero de Eso, y ¿por qué conmigo? Pues supongo que porque era callada, vergonzosa, respetuosa y estudiosa. Cualidades y defectos de los que ella carecía.
No tardó mucho en tener que dejarse el colegio por una enfermedad extremadamente dura y contundente: un cáncer.
 No venía de buena familia y que yo empezase a hablar con ella no fue del agrado de la mía. Realmente este aspecto me dio igual: inventé mil excusas para no fallar ninguna vez que ella me necesitase para lo que fuera, y aquí fue donde empezó una amistad que llegó a traspasar límites de tiempo, espacio, edad y gustos; la mejor amiga que podía desear.
Podíamos hablar de todos. La admiraba de una forma sobre natural: era preciosa y muy fuerte. Fue preciosa hasta las últimas consecuencias, hasta sus últimos momentos de enfermedad.
Vivía por y para que ella estuviese lo mejor posible. Y pronto pasé de ser la que le llevaba los deberes y la ayudaba a no perder clase, a una amiga con la que hablar largas tardes de invierno o con la que pasear en verano.
Las cosas se fueron complicando con el avance imparable de su enfermedad. Y con ello, fuimos uniéndonos más y más. Por las navidades de mi segundo de ESO, decidí tener un detalle con ella: le regalé un colgante que desgraciadamente ahora llevo yo. Recuerdo su cara de sorpresa, las pocas palabras que dijo y el abrazo que me dio, sobre todo recuerdo el abrazo. Fueron unas navidades geniales en su habitación al cubierto del frio.
Me encantaba cuando la llevaba a verme entrenar los viernes por la tarde. Ese esfuerzo valía la pena, por ella todo valía la pena. Todo esfuerzo era poco.
Con ella aprendí a ser fuerte, a controlar mi carácter, a valorar y a luchar por tal regalo como es la vida y a amar de verdad, querer sin importar nada y a aceptar.
Nunca olvidaré todos y cada uno de los momentos que pasamos juntas, ni las largas esperas para que sonase el teléfono con buenas noticias después de largas operaciones, las tardes de pipas en un banco, las charlas sobre chicos en los que acababa sacándome los colores.
Los mensajes de ánimo que recibía antes de cada examen y aquellos que le enviaba yo, se lo merecía todo.
Llegó a ser ella el pilar que sostenía su casa y mi vida.
Lo tenía todo, todo era perfecto en mi vida; tenía a mi mejor amigo, a mi mejor amiga, había conocido a gente diferente y chico. Pero llegó se fatídico verano que le dio la vuelta a mi vida, fue el verano de tercero de ESO:como venía siendo normal, me saqué todas las asignaturas a la primera con buena nota, Bea teóricamente mejoraba y en cosa de un mes iba a irme de vacaciones a mi pueblo. Pues bien, acabé las clases sin tener chico, al mes de esto, mi mejor amigo dejó de hablarme y Bea empeoró, aunque me hizo creer que todo iba bien.
Justo el día que volví de vacaciones, sonó el teléfono de mi casa: era Sandra, lo recuerdo perfectamente, fue ella la que me dio la noticia, no daba crédito, no podía estar pasando.
El dolor traspasó mis entrañas, rasgándome por dentro y dejándome sangrando. Nunca pensé que alguien podía dejarme así.
Mi mundo se había desplomado, había caído al suelo de golpe.
No hubo consuelo existente, hablo enserio.
Recuerdo el dolor como si fuese un puñal que se metía poco a poco en mi corazón y me rompía, lo partía en dos. Vi llorar a tanta gente por ella, vi cómo se nos rompía el mundo a más de uno, vi el dolor en los ojos de una madre al perder a su hija. Lo vi y no volví a ser la misma.
Desde entonces, la recuerdo día a día.
Desde aquel 21 de agosto vivo esperando volverla a ver en algún momento, esperando que vuelva tal princesa como era ella.
Mi vida, después de 3 años 6 meses y unos cuantos días: Beatriz, te quiero.
Gracias por hacer de mi la mujer que ahora soy, gracias por ser la inspiración de mis escritos, gracias por el poco tiempo que nos conocimos, gracias por enseñarme el verdadero significado de la amistad, gracias por demostrarme cómo se lucha por vivir y ser feliz. Gracias Bea, gracias.