Gracias al
colegio, del que ya he hablado, conocí a una repetidora de dudosa reputación
que la tutora decidió sentar a mi lado para ver si conmigo conseguía centrarse
en las clases. Era mi primero de Eso, y ¿por qué conmigo? Pues supongo que
porque era callada, vergonzosa, respetuosa y estudiosa. Cualidades y defectos
de los que ella carecía.
No tardó
mucho en tener que dejarse el colegio por una enfermedad extremadamente dura y
contundente: un cáncer.
No venía de buena familia y que yo empezase a
hablar con ella no fue del agrado de la mía. Realmente este aspecto me dio
igual: inventé mil excusas para no fallar ninguna vez que ella me necesitase
para lo que fuera, y aquí fue donde empezó una amistad que llegó a traspasar
límites de tiempo, espacio, edad y gustos; la mejor amiga que podía desear.
Podíamos
hablar de todos. La admiraba de una forma sobre natural: era preciosa y muy
fuerte. Fue preciosa hasta las últimas consecuencias, hasta sus últimos
momentos de enfermedad.
Vivía por y
para que ella estuviese lo mejor posible. Y pronto pasé de ser la que le
llevaba los deberes y la ayudaba a no perder clase, a una amiga con la que hablar
largas tardes de invierno o con la que pasear en verano.
Las cosas se
fueron complicando con el avance imparable de su enfermedad. Y con ello, fuimos
uniéndonos más y más. Por las navidades de mi segundo de ESO, decidí tener un
detalle con ella: le regalé un colgante que desgraciadamente ahora llevo yo.
Recuerdo su cara de sorpresa, las pocas palabras que dijo y el abrazo que me
dio, sobre todo recuerdo el abrazo. Fueron unas navidades geniales en su
habitación al cubierto del frio.
Me encantaba
cuando la llevaba a verme entrenar los viernes por la tarde. Ese esfuerzo valía
la pena, por ella todo valía la pena. Todo esfuerzo era poco.
Con ella
aprendí a ser fuerte, a controlar mi carácter, a valorar y a luchar por tal
regalo como es la vida y a amar de verdad, querer sin importar nada y a
aceptar.
Nunca
olvidaré todos y cada uno de los momentos que pasamos juntas, ni las largas
esperas para que sonase el teléfono con buenas noticias después de largas
operaciones, las tardes de pipas en un banco, las charlas sobre chicos en los
que acababa sacándome los colores.
Los mensajes
de ánimo que recibía antes de cada examen y aquellos que le enviaba yo, se lo
merecía todo.
Llegó a ser
ella el pilar que sostenía su casa y mi vida.
Lo tenía
todo, todo era perfecto en mi vida; tenía a mi mejor amigo, a mi mejor amiga,
había conocido a gente diferente y chico. Pero llegó se fatídico verano que le dio
la vuelta a mi vida, fue el verano de tercero de ESO:como venía siendo normal, me
saqué todas las asignaturas a la primera con buena nota, Bea teóricamente mejoraba
y en cosa de un mes iba a irme de vacaciones a mi pueblo. Pues bien, acabé las
clases sin tener chico, al mes de esto, mi mejor amigo dejó de hablarme y Bea
empeoró, aunque me hizo creer que todo iba bien.
Justo el día
que volví de vacaciones, sonó el teléfono de mi casa: era Sandra, lo recuerdo
perfectamente, fue ella la que me dio la noticia, no daba crédito, no podía
estar pasando.
El dolor traspasó
mis entrañas, rasgándome por dentro y dejándome sangrando. Nunca pensé que
alguien podía dejarme así.
Mi mundo se
había desplomado, había caído al suelo de golpe.
No hubo
consuelo existente, hablo enserio.
Recuerdo el
dolor como si fuese un puñal que se metía poco a poco en mi corazón y me rompía,
lo partía en dos. Vi llorar a tanta gente por ella, vi cómo se nos rompía el
mundo a más de uno, vi el dolor en los ojos de una madre al perder a su hija.
Lo vi y no volví a ser la misma.
Desde
entonces, la recuerdo día a día.
Desde aquel
21 de agosto vivo esperando volverla a ver en algún momento, esperando que
vuelva tal princesa como era ella.
Mi vida,
después de 3 años 6 meses y unos cuantos días: Beatriz, te quiero.
Gracias por
hacer de mi la mujer que ahora soy, gracias por ser la inspiración de mis
escritos, gracias por el poco tiempo que nos conocimos, gracias por enseñarme
el verdadero significado de la amistad, gracias por demostrarme cómo se lucha
por vivir y ser feliz. Gracias Bea, gracias.