Me enamoré del viento. Lo hice porque siempre quise ser
libre. Siempre quise volar alto y, todo aquel que podía, me amarraba fuerte al
suelo.
Sus caricias eran diferentes a las de cualquiera; podían
llegar a todo el mundo, a todo aquel que quisiese dejarse enamorar.
Murmullaba en las oscuras noches de hojas caídas y en los
cálidos días de sol.
Murmuraba palabras bonitas. Creaba poesía. Me gustaba
escuchar su voz. Helaba mi sangre con cada estrofa de su humilde canción y
mecía mis solitarios atardeceres con cariño, aprecio y amor.