lunes, 21 de octubre de 2013

Las circunstancias tienen la capacidad de sobrepasar los límites de cualquier persona hasta llevarla a perder los nervios. Que se acumulen los problemas y las obligaciones, históricamente, se ha llamado “malas rachas”. Las “malas rachas” afectan a cualquiera, sea quien sea, de la condición que sea: les afecta a los ricos y a los pobres, a los trabajadores y a aquellos que se dejan los codos estudiando para un día poder trabajar, a familias enteras o a individuos solitarios que callejean intentando buscar algo de paz.
Si, amigos, todos intentamos buscar paz. No la paz como ausencia de guerra, que también, pero eso es una utopía que se aleja bastante de la realidad en la que vivimos. Buscamos paz interior, tranquilidad, relax. Buscamos la manera de que los problemas no sean capaces de sobrepasarnos; alternativas a la rutina, maneras de escabullirnos de la realidad.
El trabajo nos agobia, la rutina nos sumerge en un mundo monótono que nadie desea, el descontrol nos hace vulnerables, caer enfermo hace que retrasemos nuestras obligaciones y por lo tanto volvemos a agobiarnos. El agobio genera tensión y mal humor, el ambiente se carga, las relaciones se estropean y, por supuesto, llegan las peleas. La positividad es sustituida por el estrés y las cargas.
Y, entonces, llegas a un momento en el que desearías explotar, desaparecer, dejar de dar gritos inservibles a la nada. No sirve llorar, no sirve escabullirse…
Sirve escribir, relatar diariamente como me siento. Tener sensatez y agallas para seguir adelante, sonreír y responder siempre que estás bien, que la vida es maravillosa, que en todo momento nos regala algo bello que contemplar aunque no sepamos apreciarlo. Ver que, diariamente, una mariposa de colores vivos pasa por nuestra ventana y nos da los buenos días; alguien desconocido nos sonríe al cruzar alguna mirada.
Que por mucho que las “malas rachas” existan, también existen los sueños: aspectos concretos de nuestra vida a los que nunca les hemos de dar la espalda, metas que conseguiremos con esfuerzo y esfuerzos que nos traerán recompensas inesperadas.
Si, amigos, todos tenemos sueños y, en las “malas rachas”, deberíamos apostar por ellos.
Atentamente,
Alguien con el sueño de ser escritora.

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