viernes, 27 de julio de 2012

Dejarse llevar por la música.

Me dejé llevar por la música que no dejaba de sonar. Centenares de cuerpos se movían al son de un grupo que había hecho historia. Litros de cerveza pasaban de mano en mano a mi alrededor. Rodeada de caras conocidas que, en ese momento, se me antojaban extrañas. Una canción tras otra, todo el mundo las cantaba sin ningún error y estoy segura de que nunca las habían estudiado. Sí, yo también era parte de todo ese gentío incansable que vitoreaba a los artistas que estaban en el escenario. Tan solo con estirar el dedo meñique rozaba el brazo de alguno de mis acompañantes; o tal vez ni siquiera hiciese falta eso, juraría que no cabía ni una aguja allí dentro.
Pero yo me dejé llevar, desconecte el cerebro mientras daba un trago para seguir cantando a pleno pulmón. Dejé de sentir mis piernas que no paraban de saltar, para tocar su mano cogiendo la mía y levantando el brazo. Parecía no tener final, puesto que ninguno de los presentes lo quería.
Se me antojaba una noche maravillosa, larga y maravillosa. Así que desconecté por completo y me dejé llevar por la buena música. Como si fuese un sueño. Me dejé llevar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario