martes, 14 de octubre de 2014

Frías lineas.

Acontecía frío el invierno que, acechante, esperaba a que le abriesen la puerta. Secaba las gotas de agua, que derramaban sus ojos, el tenue fuego de la chimenea ya encendida y expectante. Dejaban de caer ya las últimas hojas de los árboles caducos que no le tenían miedo al desnudo de su piel. Salían las mantas ya de los armarios viejos de aquella casa, arropaban con cariño las ausencias.
Pero tan solo era otoño.
 La vida no había dado paso, todavía, a la puesta de sol. Brillaba a lo lejos una fina linea separando el cielo de la tierra, el océano del inescrutable universo. Aun acontecían tormentas precipitadas que desestabilizaban todo contexto, que no duraban eternamente, pero acobardaban al gentío -voces que su cabeza no podía acallar ni con prosa ni con verso-.
Acontecían los cambios de todas estación, esperando fortaleza y escribiendo unos pequeños versos de amor que nunca verían la luz.

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